La acumulación y el desorden pueden hacernos perder tiempo y dinero, y al mismo tiempo crear tensión innecesaria. Además, da la imagen —falsa o verdadera— de una persona materialista, confundida o desorganizada. Las consecuencias del desorden espiritual son mucho peores.
1 Corintios 14:40 Cuando usted no le hace frente a este desorden, las preocupaciones, los pecados, o los resentimientos y las amarguras que hay en su corazón pueden:
- Silenciar la voz de Dios.
- Robarle la alegría.
- Dañar su testimonio.
- Atrofiar su crecimiento espiritual.
- Destruir sus relaciones.
La limpieza espiritual es más importante que cualquier otra tarea en su lista de asuntos pendientes. Pero la buena noticia es que usted no tiene que salir de ese desorden por sí solo, ni depender de la ayuda de alguien que no entienda sus luchas. El Espíritu Santo puede darle el valor para poner en manos de Dios el caos de su vida (2 Corintios 7:1), y la sangre del Señor Jesús hace el trabajo de purificación que despeja la oscuridad.
Esto no quiere decir que usted no tenga que hacer algo al respecto. Dios no es un servicio doméstico que pone en orden nuestra casa por nosotros. El Señor espera que sus hijos participemos en el mantenimiento regular de nuestra vida.
¿A quién no le gusta la idea de tener una casa limpia y ordenada? Lo que a la mayoría de nosotros no nos gusta es el esfuerzo que eso requiere. Sin embargo, limpiar y organizar la casa no es una tarea imposible. Todos tenemos las habilidades necesarias para desempolvar una superficie, o para poner las cosas donde deben estar. Solo que desearíamos no tener que hacerlo.
Muchos cristianos quieren estar bien con Dios y ser efectivos en el ministerio, pero pocos quieren hacer lo necesario para lograr esos objetivos. Sin embargo, así como limpiar la casa es algo que toda persona puede hacer, mantener su vida espiritual en orden también es posible. Lo único necesario es compromiso y disciplina.
Muchos de los principios básicos de la limpieza general pueden aplicarse fácilmente a la vida espiritual. He aquí un plan de acción:
- Ore. Comience pidiendo a Dios discernimiento en cuanto a lo que debe limpiar de su vida, y también valentía para alejarse de esas cosas.
- Pida ayuda. Mientras se encuentra en este proceso es posible que necesite la orientación de un pastor o de un amigo de confianza, o del apoyo en oración de seres queridos.
- Haga una revisión completa. Identifique actividades, relaciones, actitudes, e incluso cosas que dificultan su caminar con Dios. Después, confiese esas áreas que no están a la altura de lo mejor que Dios da (1 Juan 1:9), y elimínelas de su vida.
- Ocúpese de una cosa a la vez. No trate de revolucionar toda su vida en un solo día. Comience por el asunto más urgente que debe enfrentar, antes de pasar al siguiente.
- Tenga una estrategia. Determine cómo va a mantener su vida espiritual en orden. Podría ser fijando una hora para estar a solas cada día con el Señor, uniéndose a un grupo de estudio bíblico, o buscando ayuda de alguien a quien pueda rendir cuentas en cuanto a su progreso. Asimismo, ¡planifique por adelantado! Determine cómo va a responder a las tentaciones y a las presiones, y tome decisiones definitivas en cuanto a lo que no debe estar en su vida.
Para mantener su vida espiritual en orden, solo necesita compromiso y disciplina.