“Todo el que CONFIESA a Jesús como Señor es Salvo” Romanos 10:9. Los cristianos conocemos este beneficio, pero otros lo desconocen. Otros beneficios que los creyentes recibimos por la obra de la cruz son:
//Comenzamos una vida nueva// “y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así. De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. 2º Cor. 5:15-17.
Al creer en Jesús y aceptarlo como Señor de nuestras vidas, dejamos de vivir para nosotros mismos (una vida egoísta, independiente de Dios y llena de fracasos) para entonces vivir para él una vida de servicio incondicional, dependiente de Su voluntad, llena de fe, esperanza y amor. (Vea 1º Cor. 13:13).
//Jesús se convierte en nuestro dueño// Al pagar el precio por nosotros, El se convierte en nuestro dueño, a tal grado que “ya no somos nuestros”. 1º Cor. 6:19-20.
//Ya no somos propiedad del diablo, le pertenecemos a Dios// “Derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”. 2º Cor. 10:5.
//Pasamos a ser administradores o mayordomos de los que somos y poseemos// “Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios”. 1º Pedro 4:10.
//Cuando recibimos a Jesús como nuestro Señor y Salvador dejamos de ser esclavos del diablo para ser ADMINISTRADORES o mayordomos de lo que Dios pone en nuestras manos y como tal, debemos ser halados fieles. (1º Cor. 4:2)// De acuerdo al manejo de la gracia que recibimos así Dios nos bendecirá. Nos dio talento y dinero para que lo multipliquemos. Nos dio una familia y quiere que la cuidemos. Luego Dios nos pedirá cuentas, porque El nos compro en el mercado de esclavos a precio de la sangre de Cristo. (1º Pedro 1:18-19).
//Aumenta el deseo de buscar la voluntad de Dios para nuestras vidas// Decirle a Jesús Señor es llamarlo “mi dueño” y esto implica que nuestro anhelo se convierte en una continua búsqueda por hacer su voluntad al reconocer su señorío, tal como lo hizo David cuando dijo “Dios mío eres tú”… o como lo hizo Pablo que “temblando y temeroso dijo: “Señor ¿qué quieres que yo haga?” Hechos 9:6.
//Recibimos la habilidad para ejercer poder y autoridad en la tierra// El resultado de nuestra sujeción a Cristo es poder usar la autoridad del nombre de Jesús. (Lucas 10:19)