No repitas los errores

No repitas los errores

“¿De dónde vienes, Giezi? Y él dijo: tu siervo no ha ido a ninguna parte. Él entonces le dijo… ¿Es tiempo de tomar plata…vestidos, olivares, viñas, ovejas…? Por tanto, la lepra de Naamán se te pegará a ti y a tu descendencia para siempre…”, 2º Reyes 5:25-27.

Giezi fue el criado de Eliseo. Su vida es una completa paradoja. Por un lado, es una seria advertencia para aquellos que minimizan el pecado y, por el otro, es un bálsamo de esperanza para aquellos que han caído en la oscuridad del fracaso. Veamos más de cerca su vida. Cuando Naamán obedeció a la orden de Eliseo de sumergirse en el Jordán siete veces, fue limpio. Como agradecimiento quiso regalarle al profeta algunos presentes que éste no aceptó. Giezi, movido por la codicia, dijo: “…Vive Jehová que correré yo tras él y tomaré de él alguna cosa”, 2º Reyes 5:20. Y Giezi, invocando el nombre del profeta, le pidió algunos regalos. Después de esconder la “ofrenda” se presentó ante Eliseo como si nada hubiera ocurrido. Pero el profeta conocía su secreto. El juicio fue pronunciado y el castigo por su error fue grande y ‘para siempre’.
De repente había entrado en la peor época de su vida. Después de haber disfrutado por años de la compañía del profeta fue sentenciado a vivir lejos de sus afectos. Giezi cambió su domicilio; de la casa del profeta al basurero, de la cercanía de su familia al aislamiento, de ser el principal en la casa de Eliseo a ser el inmundo del pueblo. Condenado a vivir solo y a morir solo. ¡Y todo sucedió en un día! Seguramente se lamentó más de una vez el haber pedido unas cuantas monedas y unos míseros vestidos al general sirio.
¿Puede una persona sufrir una maldición ‘para siempre’? ¿Puede el pecado afectar a quien lo cometió y alcanzar a otros inocentes? Parece que sí, aunque te animamos a leer el próximo capítulo. No solo Giezi, sino su descendencia fue condenada a tener lepra ‘para siempre’. El pecado tiene el potencial de afectar a quien lo comete y también a sus allegados. No es justo que inocentes paguen por los errores ajenos, pero eso es lo que precisamente sucede. ¡Qué triste final! ¡Qué admonición tan extrema para todos nosotros! Termina la historia y cae el telón del drama de los siglos con un epitafio fatalista.
Oración: Amado Señor, líbrame de la codicia, la falsedad y la mentira. Mi corazón muchas veces juzga de modo equivocado y no quiero que por mi error y desobediencia mi descendencia pierda tu bendición. Oro en el nombre de Jesús para que me ayudes a vivir en obediencia y fidelidad a ti. Amén.

Extraído de: Un nuevo año, una nueva vida, una nueva oportunidad – Encuentros diarios con el Espíritu Santo / José Luis y Silvia Cinalli. Lo puedes adquirir en www.libreriadelaciudad.com