La bendición que nadie agradece
“… Si Cristo murió por nosotros, ya no debemos vivir más para nosotros mismos sino
para Cristo…”, 2ª Corintios 5:15 (TLA).
Semana santa es una buena ocasión para meditar en todo lo que Jesús hizo por nosotros.
Recordar y agradecer las bendiciones recibidas suele ser una disciplina espiritual olvidada
pero esencial para nuestra salud espiritual. Con la muerte y resurrección de Cristo somos:
1) Libres de la tiranía satánica. “Porque Él nos rescató de las tinieblas
satánicas… su Hijo amado… compró nuestra libertad con su sangre preciosa…”,
Colosenses 1:13-14 (NT-BAD).
2) Libres de la condenación eterna. “Porque de tal manera amó Dios al mundo,
que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se
pierda, más tenga vida eterna”, Juan 3:16.
3) Libres del poder del pecado. Cristo “nos liberó del castigo de nuestros
pecados”, Romanos 3:24 (NTV).
4) Reconciliados con Dios: “… La sangre que Jesús derramó al morir nos
permite… tener amistad con Dios, y entrar con toda libertad al lugar más santo.
Pues cuando Jesús murió, abrió la cortina que nos impedía el paso… y por medio
de él podemos acercarnos a Dios…”, Hebreos 10:19-20 (TLA). “Por medio de
Cristo… tenemos… entrada al Padre…”, Efesios 2:18 (NBLH); Romanos 5:10-11;
Efesios 2:13. ¡Cuánto aliento nos proporcionan estas promesas! Por más indignos que
seamos, Dios nos invita a acercarnos a su trono con toda confianza por medio de su
Hijo Jesucristo.
5) Bendecidos con su presencia. “… Dios está en nosotros”, 2ª Corintios 6:16
(TLA). “El cuerpo de ustedes es como un templo, y en ese templo vive el Espíritu
Santo…”, 1ª Corintios 6:19 (TLA).
6) Bendecidos con su protección. “Sabemos que el que ha nacido de Dios no está
en pecado: Jesucristo… lo protege, y el maligno no llega a tocarlo”, 1ª Juan 5:18
(NVI).
7) Bendecidos por ser hijos de Dios. “… Dios decidió adoptarnos como hijos
suyos… enviando a Cristo para que muriera por nosotros…”, Efesios 1:5 (PDT y
NT-BAD); Gálatas 4:4-5.
8) Bendecidos con una herencia celestial y eterna. “Y como somos sus hijos,
compartimos sus riquezas, pues todo lo que Dios le da a Jesucristo es ahora también
nuestro”, Romanos 8:17 (NT-BAD). “Y como somos sus hijos todo lo que tiene nos
pertenece”, Gálatas 4:7 (NT-BAD).
9) Bendecidos con el perdón de los pecados. “Si confesamos a Dios nuestros
pecados, podemos estar seguros de que ha de perdonarnos… pues para eso murió
Cristo”, 1ª Juan 1:9 (NT-BAD).
Si bien es cierto que la obra de Cristo asegurando la salvación de sus elegidos
fue “consumada” (Juan 19:30) en la cruz, el amor por sus hijos nunca terminará. Jesús
está hoy en día muy activo en el cielo intercediendo por nosotros. “Jesús… vive
perpetuamente para interceder por… nosotros”, Hebreos 7:25 (LBLA,
ORO). “Cristo… entró… en el cielo… donde ahora intercede por nosotros en presencia
de Dios”, Hebreos 9:24 (BLPH). “… Cristo… está sentado a la derecha de Dios…
rogando por nosotros”, Romanos 8:34 (PDT). Vale la pena destacar que Jesuscristo es
el único mediador humano entre Dios y el hombre. Nadie más que Jesús tiene el poder de
interceder por nosotros ante el trono del Topoderoso Dios. María no tiene esa función,
tampoco los santos, ni siquiera los ángeles. “Porque hay un solo Dios, y también un solo
Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre”, 1ª Timoteo 2:5 (NBLH).
¿Somos realmente conscientes de lo que esto significa? Un intercesor personal las 24
horas del día, los 7 días de las semana. Todo el día, todos los días Jesús mantiene a la
vista del Padre el deseo ardiente por nuestra salvación. El ahora Jesucristo
glorificado ruega por nosotros y, no dejará de hacerlo, hasta que hayamos cruzado
la línea de llegada y entremos victoriosos a la vida eterna.
Nuestro eterno y glorioso Salvador espera que peleemos la batalla contra el pecado y
acabemos la carrera guardando la fe, 2ª Timoteo 4:7. Pero si en el proceso pecamos no
debemos entregarnos desesperanzados porque existe alguien en el cielo que aboga por
nuestra causa: “… Hijos míos… no pequen, pero si alguno pecara, tenemos un intercesor
ante el Padre: Jesucristo el Justo”, 1ª Juan 2:1 (NT Peshitta). Otras versiones utilizan la
palabra “abogado” (RV60, LBLA), la misma palabra que Jesús usó para referirse al
Espíritu Santo, es decir parakletos(Juan 14:16, 26: 15:26, 16:7), alguien que se pone al
lado de otro para socorrer y ayudar. Qué consolador es todo esto. Dios proveyó un
‘ayudador’, un ‘consejero’ un ‘sustentador’ a quien podemos acudir cuando estamos en
necesidad. Jesús oró por nosotros cuando estuvo en la tierra (Juan 17) y sigue haciéndolo
para que no abandonemos la carrera, pero si en el camino algo malo nos sucediera Él se
pone a nuestro lado para ayudarnos a seguir. Además, Jesús nos defiende contra las
acusaciones y los ataques satánicos. Tenemos un ejemplo claro en los evangelios
cuando Jesús intercedió por Pedro para que no le faltara la fe cuando Satanás lo
zarandeara: “… ¡Simón, Simón!… yo he orado en favor tuyo, que no te falte la fe…”,
Lucas 22:31-32 (CAS). Advierte la importancia de la intercesión de Jesús. Satanás podría
haber aplastado totalmente a Pedro, y si no lo hizo, no fue por algo que haya hecho Pedro
sino por la intervención de Jesús. Entonces cuando la Biblia dice que Jesús intercede por
nosotros no significa que está delante del Pare aplacando su enojo para no destruirnos
sino que nos ayuda fortaleciéndonos en medio de las pruebas y de las acusaciones
satánicas. Muy pocas promesas en la Biblia son tan alentadoras como ésta: ¡Jesús, un
intercesor perseverante cuya oración constante nos bendice! ¿No deberíamos también
nosotros seguir su ejemplo y “presentar ante Dios… intercesiones… por todos los
hombres”, 1ª Timoteo 2:1 (NT Pesh, Esp)?
Consideremos un aspecto más del ministerio de Cristo hoy día en el cielo. Jesús intercede
por nosotros porque sabe de nuestra feroz lucha contra el pecado y el mundo de la
oscuridad. Jesús se identificó con el sufrimiento humano participando de su
naturaleza: “… Y puesto que El mismo experimentó lo que es sufrimiento y
tentación… puede socorrernos maravillosamente en nuestros sufrimientos y en
nuestras tentaciones”, Hebreos 2:17-18 (NT-BAD). Jesús simpatizó con nuestra
necesidad sufriendo como nosotros. Pero existe algo aún más asombroso. El hecho de
que Jesús no pecara implica que conoció tensiones y asaltos de la tentación que
nosotros no conoceremos nunca. La batalla contra la tentación no fue fácil para Él sino
la más difícil. Nosotros sucumbimos a la tentación mucho antes de que el tentador haya
agotado todos los recursos de su poder. No conocemos la más feroz tentación porque nos
rendimos mucho antes de llegar a ese punto. Pero Jesús fue tentado con mucha más
fuerza, porque en su caso el tentador empleó absolutamente toda su astucia y su fuerza en
el asalto. Ninguno de nosotros será tentado hasta el punto en el que lo fue Jesús. Ya que
Jesús ha compartido nuestros sufrimientos puede compartir nuestros sentimientos
y puede ayudarnos. Ha asumido nuestros dolores y tentaciones y el resultado es que sabe
cómo ayudarnos en cada situación. Sabe que nuestra lucha por perseverar y no ceder a la
tentación y el pecado es durísima por eso está allí, presente sin dormirse delante del Padre
rogando por nosotros. ¡Qué gran consuelo! Cuando enfrentemos pruebas acudamos a
Cristo en busca de fortaleza y paciencia. Él comprende nuestras necesidades y puede
fortalecernos. Conoce nuestros problemas porque ha pasado por ellos. La persona que
mejor te puede aconsejar y ayudar en un viaje es la que lo ha hecho antes que tú. Dios
puede ayudarnos porque lo ha experimentado. “En Jesús… tenemos un gran sumo
sacerdote que subió al mismo cielo a ayudarnos… Nuestro sumo sacerdote entiende
nuestras debilidades, porque un día pasó por las tentaciones que a diario pasamos…
acerquémonos, pues, confiadamente al trono de Dios y hallemos allí misericordia y
gracia para el momento en que lo necesitemos”, Hebreos 4:14-16 (NT-BAD). En
conclusión, aunque Jesús consiguió la salvación para nosotros en la Cruz, su interés y
amor por los hombres no ha disminuido. Él no ha terminado con la humanidad. Sigue
asumiendo en su corazón la preocupación por nosotros, sigue intercediendo por cada uno
de sus hijitos. Ésta es la gran verdad: ¡fuera de Cristo no hay nada; en Él hay vida
eterna! ¡Fuera de Cristo, hay condenación; en Él hay redención! ¡Fuera de Cristo
hay culpa; en Él hay perdón y salvación!